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Compartir en Facebook Compartir en Twitter Compartir en LinkedINEl verano siempre ha supuesto un cambio en nuestras rutinas en el cuidado de la piel. “Sin embargo, podemos apreciar algunos cambios en el estado de la parte superior y la parte inferior de la cara debido al uso de las mascarillas” explica la Dra. Marta Hermosín, especialista en dermocosmética y nutrición, del Instituto de Dermatología Integral. La utilización de diferentes medios de diagnóstico (lámpara de Wood y dermatoscopio digital) consiguen visualizar los cambios que se van produciendo y, por tanto, actuar de manera totalmente diferenciada.
Esta zona es el que abarca la frente y la zona periorbitaria (alrededor de los ojos). “Una novedad respecto a otros años puede estar en las arrugas, ya que el uso de la mascarilla puede obligar a algunos a gesticular con el tercio superior en vez de con los labios para conseguir un mayor entendimiento” matiza la Dra. Hermosín.
Arrugas: tenemos dos tipos de arrugas. Las dinámicas, que son aquellas asociadas a la gesticulación, que se acentúan en personas más expresivas y se corrigen con neuromoduladores, como son la toxina botulínica o el ácido hialurónico. Por el contrario, las arrugas estáticas no varían con la expresión y se deben, sobre todo, al envejecimiento y al efecto prolongado de la luz ultravioleta (el llamado fotoenvejecimiento). Estas arrugas estáticas necesitan un abordaje más complejo, combinando láseres y otras tecnologías junto a materiales de relleno. Las arrugas horizontales de la frente, el ceño y las patas de gallo, pueden estar aumentando en aquellas personas que están forzando su gestualidad. “El tratamiento indicado en este caso actúa sobre la musculatura encargada de la gesticulación, haciendo que se contraiga con menos fuerza, lo que contribuye a disminuir o, incluso, eliminar estas arrugas consiguiendo un aspecto más relajado y rejuvenecido. Se aplica en cabina por y sus efectos son visibles a partir de tercer o cuarto día” dice la especialista de IDEI.
Manchas: la mayor exposición solar en el verano se traduce en una melanina más estimulada, por tanto, la aparición de manchas en las zonas más expuestas es más frecuente. Melasma, cicatrices hiperpigmentadas y, sobre todo, léntigos solares son los problemas más habituales tras el verano. “Es necesario hacer una despigmentación para que el rostro en conjunto tenga un tono unificado. Para ello se pueden emplear peelings con ácidos como el cítrico, el láctico y el kójico en combinación con láseres como el Q-Switch, haciendo especial incidencia en la zona superior de la cara, la más afectada por el sol”, explica Marta Hermosín. Además, la combinación de tratamientos provoca una estimulación del colágeno y la elastina, por lo que el rostro también aparecerá más rejuvenecido, terso y jugoso.
“Es la zona que cubre la mascarilla: mejillas, nariz, boca y mentón. En este caso, hemos observado un incremento de pacientes con acné y dermatitis perioral” explica la Dra. Hermosín.
Acné: el verano suele mejorar el acné, debido a que los rayos solares tienen una acción antibacteriana, antiinflamatoria y secante. “El uso de las mascarillas ha hecho que este año no haya sido así. Fricción y humedad, han sido el caldo de cultivo perfecto para que los poros se taponen y aparezcan brotes de acné, granitos y puntos negros” apunta la especialista. El uso de fotoprotectores solares, no hace más que incrementar el problema. El tratamiento para equilibrar la seborregulación pasa por el uso de ácidos como el kójico y el salicílico en forma de peelings médicos. En casos de acnés más severos, existen tratamientos como la microdermoabrasión, la terapia de fluorescencia o el láser (PDL), que eliminan las bacterias que proliferan en las glándulas sebáceas y disminuyen la inflamación y el enrojecimiento.
Dermatitis: también es una patología que suele mejorar en verano por la acción del sol, pero las mascarillas hacen que proliferen las bacterias responsables de esta afección dermatológica (también conocida como maskitis). Se presenta como erupción o eccema acompañado de sequedad, enrojecimiento y/o inflamación de la zona. Aunque las personas con pieles sensibles y reactivas tienen más tendencia a sufrirla, la puede desarrollar cualquier persona. Consultar al dermatólogo para adoptar en cada caso el tratamiento adecuado es fundamental.
El sol también puede exacerbar la aparición de lesiones vasculares (cuperosis, rosácea, telangiectasias). Láseres vasculares como el PDL o el KTP o terapias basadas en la fluorescencia son los indicados para tratar estas afecciones.
“El final del verano es el punto de partida para poner a punto la piel y reestablecer el equilibrio perdido” termina añadiendo Marta Hermosín.
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